PUERTO MADRYN ENTRE REDES ROTAS: EL CONFLICTO PESQUERO COMO ESPEJO DE UNA CRISIS MÁS PROFUNDA

Por Federico MOTEPIO
Puerto Madryn está acostumbrada a mirar al mar con esperanza. Cada temporada, el langostino promete trabajo, movimiento y un flujo económico que se derrama en comercios, servicios y hogares. Hoy, sin embargo, el puerto está mudo y los barcos amarrados. El conflicto entre cámaras empresariales y gremios del sector pesquero no solo paraliza una industria: sacude a toda una ciudad.
Lo que ocurre no es una simple puja sectorial. Es el retrato de una economía en tensión, donde el “ajuste” —con nombre o sin él— se presenta como única salida. El empresariado pesquero habla de una crisis de rentabilidad prolongada, de convenios laborales “fuera de época” y de una ecuación que ya no cierra. Desde los gremios, en cambio, el recorte salarial se percibe como un intento más por cargar el costo de la crisis sobre los trabajadores.
Entre ambas posturas, Puerto Madryn queda rehén. No hay producción, no hay liquidación, no hay sueldos. Y lo que es peor: no hay circulación de dinero en una ciudad que depende, en buena parte, de esa rueda. Comerciantes, proveedores y trabajadores indirectos comienzan a notar la sequía económica que deja este conflicto.
Lo más alarmante es la falta de horizonte. La audiencia en el Ministerio de Capital Humano no solo fracasó: confirmó que ni siquiera hay una base mínima de entendimiento. Se habla de diálogo, pero no hay puntos de contacto. Mientras tanto, el tiempo corre. La temporada de langostino no espera y cada día perdido es tonelada que no se captura, ingreso que no llega, esperanza que se deshace.
Este conflicto ya no es solo de gremios y empresarios. Es de todos los que habitan una ciudad cuya identidad está profundamente ligada al mar. Puerto Madryn necesita una solución, pero no a cualquier precio. La paz social no se consigue ignorando las demandas ni forzando renuncias. Hace falta madurez, empatía y, sobre todo, responsabilidad. De ambas partes.