UN TACHO CON SEÑAL: PELIGROSA CREATIVIDAD MUNICIPAL
En la intersección de 20 de Septiembre y Thomas, en la zona sur de nuestra ciudad y a pocos metros de una escuela muy concurrida, la prevención vial ha tomado un giro tan insólito como alarmante. Allí, una boca del sistema cloacal sobresale peligrosamente en medio de la bocacalle de tierra, luego de que una máquina municipal nivelara el suelo… o al menos lo intentara.
El problema no es nuevo, pero la “solución” aplicada por el municipio merece una mención especial, quizá en un museo del absurdo urbano. En lugar de reparar o señalizar adecuadamente el desnivel que representa un verdadero riesgo para vehículos, bicicletas y peatones, se optó por colocar sobre el obstáculo… otro obstáculo. ¿Qué eligieron? Un tacho de 200 litros, encintado prolijamente en su contorno. Un símbolo de advertencia improvisado que, lejos de prevenir, llama a esquivar —con suerte— o a lamentar.
Así, la advertencia de peligro se convierte en otro peligro. Porque no hay reflejo humano capaz de anticipar semejante invención al doblar en una esquina sin iluminación adecuada, menos aún en una zona transitada por estudiantes y familias.
Es difícil no preguntarse si esta forma de “resolver” problemas no habla de una desidia crónica, donde lo urgente tapa —literalmente— lo importante. Más que una política de prevención, parece una apuesta a la creatividad de quien circula: sortear tachos, esquivar desniveles, asumir que el espacio público está lleno de sorpresas.
A esta altura, ya no se trata solo de baches o desniveles. Se trata de un modelo de gestión que parece cómodo en la precariedad, donde el parche se confunde con la solución y donde lo provisorio se convierte en permanente.
Mientras tanto, los vecinos siguen eludiendo obstáculos. Literalmente.
